Hugo Chávez y yo

La Dirección General de Contrainteligencia Militar de Venezuela encontró el libro 'Claudia Patricia: mi huella' al allanar el apartamento de la extesorera. Se trata de un panegírico que encargó para contar su vida y la relación que mantuvo con el fallecido presidente. Ella y su esposo aparecieron reseñados en los llamados Papeles de Panamá. El gobierno venezolano ha aprovechado el escándalo mundial para dar la impresión de que está luchado contra la corrupción. Claudia Diaz y su pareja son los grandes afectados de una investigación que avanza sin hacer ruido.
En el
calendario de la familia del capitán del ejército venezolano Adrián José
Velásquez Figueroa el domingo 3 de abril debe estar encerrado en un círculo
rojo. Ese día comenzó un calvario de incierta resolución para ellos. Velásquez y
su esposa, la extesorera nacional Claudia Patricia Díaz Guillén, se convirtieron
en la inesperada sorpresa venezolana de los Papeles de Panamá, la filtración
periodística más grande de la historia.
Entre las
decenas de historias elaboradas a partir de la correspondencia interna y los
correos electrónicos que intercambiaron el escritorio de abogados panameño
Mossack Fonseca y sus clientes sobresale la de esta pareja cercana al presidente
Hugo Chávez. Ambos eran asalariados del gobierno venezolano, con sueldos que,
sumados y ahorrados, difícilmente alcanzarían para pagar los 50 mil dólares que
costó la tramitación y apertura de la empresa Bleckner Associates Limited en el
paraíso fiscal de las islas Seychelles. Mediante esa figura la pareja gestionó
el dinero que acumuló mientras estuvo en cargos clave de la administración
pública. Esa es la sospecha que tienen las autoridades.

Claudia Diaz y su esposo, el capitán Adrián Velásquez.
Cuatro
días después de la aparición de los reportajes el presidente Nicolás Maduro dijo
que le había pedido a la fiscal general de la República, Luisa Ortega Díaz, que
investigara a todas las personas mencionadas en la denuncia periodística. Pero
solo ha trascendido la averiguación contra la pareja Velásquez-Díaz. Ricos,
jóvenes, pero asalariados. La paradoja que necesitaba el gobierno de Maduro para
demostrar que sí está luchando contra la corrupción.
El
Ministerio Público designó a cuatro fiscales para investigar a los venezolanos
mencionados en la investigación. Han viajado a Panamá y han logrado sustanciar,
que se sepa, al menos el caso del capitán y la extesorera, a pesar de que se
encuentran residenciados en República Dominicana desde el mismo momento en que
murió su padrino, el expresidente Chávez.
Hay un
detenido –Josmel José Velásquez Figueroa, hermano y socio del capitán Velásquez
Figueroa– y una persona con una medida sustitutiva de libertad –Amelis Figueroa,
madre del capitán– imputados por la Fiscalía por legitimación de capitales y
asociación para delinquir tras ser detenidos el pasado 15 de abril en el
Aeropuerto Metropolitano de Charallave, estado Miranda, justo antes de abordar
un avión. En el mes de junio deberá efectuarse la audiencia preliminar que
determinará si van o no a juicio, aunque fuentes relacionadas con la defensa
están optimistas porque, dicen, que, de momento, en el expediente no cursan
pruebas que demuestren que han cometido con los delitos calificados por los
fiscales.
Entre las
primeras diligencias de la Dirección de Contrainteligencia Militar, el órgano
auxiliar que acompaña a la fiscalía en esta investigación, estuvo allanar los
tres apartamentos de la pareja en las residencias Oasis de la urbanización San
Bernardino en Caracas, al pie del Ávila. Dos en el primer piso y un pent house.
De allí sacaron vehículos, cajas de diamantes, uniformes militares –Díaz era
oficial asimilada de la Guardia Nacional Bolivariana– y también un libro llamado
Claudia Patricia: mi huella. Ahí se cuenta la relación entre la extesorera y el
presidente Hugo Chávez. Y esta es la
historia.
Un negocio, un panegírico
En agosto
de 2006 Claudia Patricia Díaz Guillén (San Cristóbal, 25 de noviembre de 1973)
quería comprar un apartamento en Caracas. Estaba cansada de la azarosa vida en
habitaciones alquiladas, de las constantes mudanzas y recién empezaba su vida de
casada con Arturo Fuentes. “Ay me gusta”, dijo, apenas entró al apartamento de
Camila Peña Vargas, una aspirante a escritora y poeta que deseaba vender la
vivienda para mudarse a Maracaibo con sus familiares.
De esa
primera cita surgió una amistad que se consolidó. Cinco años después, cuando ya
Díaz Guillén había sido nombrada como jefe de la Oficina Nacional del Tesoro, le
pidió a Peña Vargas que escribiera un libro con su vida. “A mí me parecía que su
vida era interesante. Ella ha tenido que luchar mucho desde que se vino desde
San Cristóbal hacia Caracas, tiene sus valores. Yo la presento como el ejemplo
de la mujer venezolana”, dice Peña Vargas sobre su
escrito.
Descrita
por su asistente en la Oficina Nacional del Tesoro, Thaís Gómez, como una mujer
exigente, que come rápido y nunca grita, pero que cuando se altera busca
reconciliarse rápido. Peña Vargas, entretanto, la define así en la semblanza que
funciona como introito al texto: “Volátil y burbujeante, la ascensión dinámica
de tu sustancia real sutilmente señala la evocación sin nombre, la audacia de tu
fantasía transformada en realidad. Contiene su lenguaje la frescura y la agudeza
del follaje que contorna tu retrato, desvanecidas las líneas imprecisas se
pierden en la estampa cromática del impresionismo
francés”.
chevron_leftDesliza la imagen para ver máschevron_right
zoom_inHaz click sobre cada imagen para ampliar
El repaso
de las 170 páginas revela una vida plana, pero quizá haya claves para entender
cómo se ha gestionado el país durante los 17 años de la llamada revolución
bolivariana. Díaz Guillén partió de su San Cristóbal natal en 1989 para
proseguir estudios superiores en la escuela militar de la Guardia Nacional. Se
había recibido con honores en el bachillerato al promediar 18 puntos. A la vez,
se matriculó en la escuela de enfermería de las Fuerzas Armadas con sede en el
Hospital Militar. “Se abría una nueva etapa en mi vida: paulatinamente el
dominio sobre mis actos iba imprimiendo en mi la huella que en ellos dejaba el
cumplimiento del estricto reglamento militar (…) Era un viejo anhelo entregarme
al cuidado de los enfermos”, asegura en el texto.
En 1993,
luego de recibirse como Técnico Superior en Enfermería y suboficial profesional
de carrera, siguió sus estudios hasta obtener, en 1997, la licenciatura en
Enfermería y en 2001 el grado de oficial de la Escuela Superior de Defensa
Militar y Orden Interno de la Guardia Nacional. Semejante constancia podría ser
achacada a que Díaz Guillen, como cuenta en el libro, se define como una “amante
de la disciplina, de la puntualidad, dispuesta a la organización de las clases
siguiendo el orden de sus categorías”.
Díaz
Guillén trabajó como instrumentista en el Hospital Militar, como enfermera en el
Hotel Tamanaco, como asistente médico en el Hotel Eurobuilding y como
coordinadora del área de terapia intensiva de la clínica Leopoldo Aguerrevere.
Pero su trabajo más relevante comenzó en junio de 2002 cuando fue asignada a la
oficina de Atención al Ciudadano del Palacio de Miraflores. Era la ayudante de
la directora de la Oficina de Gestión Interna, la entonces capitana y hoy
diputada Carmen Meléndez. “Debíamos ayudar a los necesitados, encontrar empleo y
trabajo a los solicitantes, responder a las cartas y atender las numerosas y
suplicantes llamadas desde todo el país, seleccionar de entre ellos los casos
más urgentes y atender a los enfermos”.
Claudia
Díaz Guillén vio por primera vez a Hugo Chávez en diciembre de 2002 durante el
paro petrolero de aquel año. “En aquellos días todos nos sentíamos un poco
tristes. Estábamos acuartelados porque temíamos una posible caída del gobierno
dada la situación política”, asegura en el texto. Y entonces lo vio: “El
Presidente estaba en el patio interior observando el pesebre que se coloca
detrás de la fuente del palacio en esa época. Él no se había dado cuenta de que
lo estábamos observando: estaba tenso, dentro de su actitud orante, demostraba
sin embargo gran preocupación, quizás por ese miedo que nosotros sentíamos que
habían traído los rumores de un nuevo golpe”.
La noche
anterior a esa escena Díaz Guillén había tenido un sueño donde esa escena que
ahora se reproducía delante de ella culminaba con una conversación. Como ocurrió
en el sueño, ella decidió interrumpir a aquel hombre que lucía
ensimismado.
–Oiga,
comandante. La victoria está cerca.
Chávez se
volteó y escuchó todo lo que Díaz Guillén le decía.
–Tú me
recuerdas a una joven que recién falleció. Estaba ejercitándose en el remo de
una barca.
“Yo sé
por intuición que mi mensaje le llegó”, afirma en su libro al evocar aquella
primera conversación. “Varios de otros sueños míos presagiaron mi actividad casi
inmediata como enfermera al lado del Presidente: así, en el salón donde él
reposaba yo le cerraba la puerta, o donde él viajaba yo estaba formando parte de
la comitiva presidencial”.

Claudia Díaz llegó al Palacio de Miraflores en comenzó en junio de 2002, cuando formó parte de la oficina de Atención al Ciudadano que dirigía la hoy diputada Carmen Meléndez. Fotografía: Commons Wikipedia.
Esos
sueños se concretaron algunos meses después. Cuando en 2003, pasado el sofocón
del paro petrolero, la oficial Carmen Meléndez fue nombrada como jefa de la
Oficina Nacional del Tesoro y Claudia Díaz Guillén pasó a ser su asistente. Casi
de inmediato Hugo Chávez le dijo a Meléndez: “Yo quiero que ella trabaje al
mismo tiempo para ti y para mí, una muchacha teniente de San
Cristóbal”.
Un sábado
en la mañana la citaron al palacio de Miraflores. Le dijeron que debía cumplir
con “unas guardias de confianza en condición de enfermera del Presidente”. Ella
aceptó de inmediato. El oficial que le comunicó la decisión le dijo: “Entrénate.
Cumple funciones. Comienzas ya”.
“Fue así
como yo me inicié en un ejercicio de rutina, en una experiencia de 24 horas como
enfermera del presidente de Venezuela Hugo Chávez Frías. Fue un tiempo
copiosísimo de hechos, de sorpresas, de actos novedosos y relevantes; también
intenso de responsabilidades, de tensiones, de riquezas emotivas y sensoriales;
de sacrificios y de sopor envueltas y desarrolladas todas dentro de una rutina
que me obligaba diariamente a tomar su pulso, su temperatura, colocarle sus
lentes y otras sencillas muestras de dedicación a su salud siguiendo un buen
reglamento médico”.
Para que Díaz Guillén se convirtiera en la enfermera de
Chávez durante siete años también influyó la recomendación de Pablo Mandazen
Soto, conocido ampliamente en Venezuela como el Hermano Ginés, creador de la
Fundación La Salle. Chávez, según Díaz Guillén, solía hablar con frecuencia con
el religioso ya fallecido.
“Desde el
inicio yo fui para ‘mi paciente’ una enfermera ayudante: le ayudaba y le servía
en todo aquello y en todo momento en el que yo podía prestarle mis servicios.
Así, en sus actividades de trabajo, yo le extendía, adelantándome a sus
necesidades, el pisapapel y los papeles mismos o cualquier objeto que él
necesitara, Vivía pendiente de sus comidas, y por las noches le acompañaba hasta
que él se dormía. Yo me sentaba al lado de él en el vehículo que viajaba. Estaba
yo comisionada para ello, si bien el reglamento interno no establecía mis
misiones”.
Díaz
Guillén confiesa que “el aprecio del Presidente” quedó confirmado cuando fue
elegida como la asistente principal entre las demás enfermeras que también le
asistían. “Él es un hombre muy especial, yo le admiro intensamente. Siempre
busca y ha encontrado en mi un apoyo espiritual (…) Es una persona muy recelosa;
no entran muchos en su privacidad y confianza”. El íntimo retrato que la
exenfermera dibuja es el de un hombre solo: “Vive él la soledad aun sintiéndose
acogido por su familia”.
La
enfermera viajó por última vez con su paciente en abril de 2010. Fue a Managua,
la capital de Nicaragua, la última escala de un periplo que incluyó visitas a
todos los continentes. Díaz Guillén relata con especial emoción en el libro la
noche que durmió en el Kremlin. Pero en aquel momento ella se sentía preocupada.
Era la primera vez que se separaba del hijo que había concebido con su segundo
esposo, el capitán del Ejército Adrián José Velásquez Figueroa. Frente al
presidente Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo, Chávez pidió que le
colocaran en los ojos gotas de colirio balsámico. Al culminar, el entonces
presidente dijo a sus anfitriones.
- ¿Conoces
a Claudia?
Después
del 3 de abril pasado, cuando el nombre de su esposo salió en mencionado en los
Papeles de Panamá, el nombre de Claudia Patricia Díaz Guillén, que luego de ser
enfermera fue nombrada por Chávez como Tesorera, dejo de ser una nota al
margen.