Carlos Dorado, el empresario que juega con fuego

La caja registradora del empresario venezolano Carlos Dorado no ha dejado de sonar, a pesar de las polémicas. Pasó de ser el opositor perseguido por el chavismo al empresario acomodaticio que se pasó a la acera de enfrente. Ni lo uno ni lo otro, dice él. Su trayectoria revela un pragmatismo empresarial y un empeño por retribuirle al país que lo adoptó todo lo que pueda, sin importar que en el camino le toque acercarse a las brasas.
En
las reuniones semanales del Consejo Nacional de Economía Productiva que llegaron
a realizarse en el Palacio Blanco sonaba con frecuencia una pregunta: “A ver,
Carlos Dorado, ¿qué opinas tú?”. El entonces vicepresidente venezolano
Aristóbulo Istúriz, quien comandó los encuentros durante 2016, se mostraba
interesado en escucharlo. Como si se tratase de un analista. El empresario,
vicepresidente de la casa de cambio Italcambio, era uno de los tres
representantes del sector privado con un puesto privilegiado dentro de ese
consejo, convocado e instalado por el presidente Nicolás Maduro en enero de ese
año “para buscar soluciones para combatir la guerra económica” e impulsar la
producción nacional.
Los
otros dos, Alberto Vollmer (presidente de Ron Santa Teresa) y Passam Yusef
(presidente de la empresa Siragon), no llegaron a ser tan consecuentes en su
asistencia cada martes, a las 10 am.
Dorado
sí. Aquel petit comité estaba al mismo nivel que los
viceministros del área económica, del presidente del Banco Central de Venezuela,
del exministro de Finanzas Rodrigo Cabezas, de los entonces gobernadores José
Gregorio Vielma Mora y Tareck El Aissami, de los presidentes de empresas del
Estado, pero a diferencia de otros Dorado no
adulaba.
Cuidaba
su lenguaje, no usaba adjetivos ni expresiones “chavistas”, prefería
intervenciones positivas. “Su discurso era siempre positivo, de las
oportunidades que aún tenía el país, no tanto de la crisis pero tampoco
prochavista. Y bueno, siempre iba de punta en blanco”, recuerda un asistente a
aquellos encuentros resguardado en el anonimato.
Que
Carlos Dorado Fernández llegase a estar tan cerca de la “revolución bolivariana”
era impensable hace unos años. En 2004 el Gobierno decomisó 2,5 millones de
dólares a Italcambio, la casa de cambio que Dorado conduce como vicepresidente
desde 1992 y a la que llegó una década antes de la mano de su esposa, Gabriella
Pizzorni, hija del dueño y fundador Mario Pizzorni. Oficialmente se le señaló de
tráfico de divisas (por el control cambiario que entró en vigencia en febrero de
2003), pero en ese momento Dorado insistió que se trataba de “una revancha
política por mis columnas en el periódico El Universal”.
En
ese entonces, el empresario no solo criticaba al gobierno de Hugo Chávez y su
política económica en su columna semanal, sino que el chavismo lo señalaba de
financiar a la oposición.
A la
primera estocada del Gobierno siguió la intervención de Italbursátil Casa de
Bolsa (en mayo de 2010), parte del grupo Italcambio y dirigida por Dorado desde
2001. Fue la primera casa de bolsa en ser allanada por
orden de Hugo Chávez, quien las
acusaba de ser responsables de manipular el precio del dólar paralelo y de
representar al “capitalismo de los ricachones”. La liquidación de esa compañía
implicó la pérdida de 7,5 millones de
dólares.
Hasta
entonces Dorado había trascendido como un empresario exitoso en el sector
cambiario por su desempeño en Italcambio y filiales relacionadas y también en el
mundo de la moda, en el que apostó por las grandes marcas siguiendo su peculiar
olfato para los negocios, abierto a cualquier área, desde el cambio de monedas o
el destilado de bebidas espirituosas.
Es
presidente de Casablanca Fashion Group desde 1988 y representante del pret a porter de Channel, Dolce &
Gabbana, Prada, Roberto Cavalli, Hugo Boss, Giorgio Armani y otros, con más de
30 tiendas en ocho países de Latinoamérica y el Caribe. Las franquicias
AX/Armani Exchange, Vilebrequin y las tiendas Hugo Boss también son parte del
grupo.
Preside
además a Frida Kahlo Corporation, nacida tras convertir a la reconocida pintora
mexicana en una marca comercial en 2004, y cuyo producto estrella es la tequila
Frida Kahlo. “Yo no sabía nada de ella hasta que vi la película”, dice sentado
cómodamente en el sofá de uno de los amplios salones de la tienda Casablanca de
La Castellana (la primera en abrir en Venezuela), rodeado de las exclusivas
prendas que representa.
Lo
cierto es que logró lo que ningún empresario mexicano había hecho y cuenta que
luego de conocer su historia buscó información sobre Frida, si tenía familiares
sobrevivientes y dónde vivían. Viajó a México, llegó hasta la casa de Isolda
Kahlo, sobrina directa, y conversó con ella. Le preguntó qué era lo que más
recordaba de su tía, algo que siempre hacía o que la distinguía. “Siempre tomaba
tequila para aguantar los dolores”, le dijo Isolda. “¡Listo, tenemos que hacer
un tequila Frida Kahlo!”, dijo el empresario.
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La
intuición se convirtió en certeza cuando la sobrina le comentó sobre la visita
de una mujer rubia, que le había dejado un regalo firmado por ella, pero no
recordaba quién era. “Cuando me enseñó aquello y leí que quien la había visitado
era Madonna, me dije: ‘ya está, no hay más nada qué pensar, esto es!”, cuenta
emocionado recordando las palabras precisas. En este negocio, 51% de las
acciones son propiedad de Dorado y el restante 49% de los herederos de Isolda
Kahlo, sobrina y único familiar directo que quedaba de la artista.
También
es el creador y representante de la marca de vodka Roberto Cavalli. Sus
tentáculos empresariales fuera de Venezuela alcanzan al mercado inmobiliario y
de distribución de medicamentos.
De allá y de acá
A
finales de la década de los 60, Carlos Rafael Dorado Fernández (1959) se fue
junto a sus padres de su pueblo natal en Galicia (Forxa), huyendo de las
carencias de la postguerra civil española. Era el menor de seis hermanos, así
que los padres decidieron irse del país con el más pequeño, de nueve años, y
tratar de ayudar a sus otros cinco hijos desde afuera, todos mayores de 18. Así
aterrizaron en la calle real de Prado de María, en la populosa zona de El
Cementerio, al sureste de Caracas.
Dorado
lo recuerda perfectamente. Llegaron a una pensión de 40 habitaciones con un solo
baño y una cocina. Estudió en el Colegio Cervantes, en la avenida Andrés Bello,
mientras su madre trabajaba como asistente de cocina en el Colegio Ramos, en Las
Palmas, y su padre hacía de mensajero. “Yo creo que fue una experiencia súper
positiva porque esas cosas te aterrizan, te hacen más terrenal”. Aunque suele
vestir de traje y corbata, no es un hombre de exuberantes relojes, prendas, ni
de zapatos que gritan el nombre del diseñador y los dólares que cuestan. Aunque
solo una de sus empresas fuera de Venezuela registró medio billón de dólares en
ventas el año pasado, lo suyo es la modestia y un acento gallego diluido por el
tiempo.
Con
el sueldo nada oneroso de sus padres, Dorado nunca dejó de estudiar y a los 16
años ingresó a cursar Economía en la Ucab la carrera que más se le parecía al
dinero y a la posibilidad de ser millonario, lo que quería desde niño. Todavía
recuerda a su maestro de primaria, en su pueblo natal, cuando le preguntaba a
los alumnos qué querían ser de grandes; entre los médicos, maestros, bomberos y
policías, Dorado era el único que decía “quiero ser millonario”.
Faltando
dos años para graduarse de Economía en la Universidad Católica Andrés Bello
(UCAB) se inventó un cargo para trabajar, se hizo unas tarjetas de presentación
que lo identificaban como “Carlos Dorado, Contador” y comenzó a recorrer las
principales avenidas de Caracas en busca de clientes. “Hago contabilidades,
¿cuánto pagan?”, decía en las empresas que visitaba. “Si me decían que pagaban
100 bolívares yo les cobraba 50”. Y así comenzó. A los dos años ya tenía una
oficina propia, dos contadores y una secretaria trabajando para él.
Cuando
vio que le pedían firmar balances financieros, decidió estudiar también
Contaduría Pública. Lo que siguió fue más trabajo, más de 40 empleados a los
cinco años, una profesión de empresario naciente y más de mil clientes. Uno de
ellos, dueño de una joyería ubicada en Centro Plaza, fue quien le hizo el puente
con el ya consolidado empresario Mario Pizzorni, dueño del Banco Ítalo e
Italcambio, fundada en 1949.
Pizzorni
le pidió unos balances financieros, los hizo y no le cobró nada a cambio de que
le permitiera incluir a Italcambio en su portafolio de clientes. Aceptó. Así fue
durante dos años y medio, cuando el empresario de origen italiano le pidió
destinar dos mañanas exclusivas para él, luego una semana, y luego trabajar con
su hija Gabriela que llevaba varias compañías. “Fue un error del señor Mario
presentarme a su hija porque luego terminamos casándonos”, comenta entre risas.

Lanzamiento del vodka Roberto Cavalli, con el diseñador italiano, Gabriela Pizzorni de Dorado y Carlos Dorado
La
dupla con Gabriela Pizzorni se tradujo en nuevos negocios: el nacimiento del
grupo Casablanca y la ampliación del grupo Italcambio. Dorado se consolidaba
como empresario y se reservaba un espacio en la opinión pública como columnista
de El Universal, el diario de circulación nacional más longevo de Venezuela,
refiriéndose a temas de economía y finanzas, criticando las políticas económicas
de los presidentes Caldera y de Chávez; este último lo frenó.
En
los primeros años del chavismo, Dorado recibió una llamada del alto gobierno.
Luis Miquilena, mentor y muy cercano al entonces Presidente, le pidió ir a su
despacho cuanto antes para hablar con él. Era ministro de Interior y Justicia.
Dorado fue.
-¿Usted
es empresario o escritor?, le preguntó
Miquilena iniciando la inesperada reunión.
-Yo
soy empresario, respondió.
-¿Entonces
qué hace usted escribiendo?
Dorado
captó el mensaje de inmediato. Redujo la crítica, midió sus palabras, con el
tiempo quiso dejar la columna. Pero al momento de notificar su decisión al
director del periódico, Dorado lo hizo con un comentario que bien podía pasar
como un chiste. “Yo creo que la única forma de seguir escribiendo es que me
publiquen la columna al revés”, dijo el empresario. “Carlos, estás loco,
tendríamos que parar la rotativa, cambiar las planchas, eso no se puede hacer”,
recuerda haber recibido como respuesta. “Yo le respondí que entonces prefería no seguir
escribiendo y recuerdo que salí de la oficina diciendo ‘¡me salvé!’”. Pero a las
dos semanas lo llamaron para avisarle que sí le publicarían la columna al revés.
La irreverencia no duró más de seis meses.
Carlos
Dorado pasó a tener una vida de bajo perfil en Venezuela, sin que eso
significase que la caja registradora dejara de sonar en el exterior. Cursó dos
máster en Florida (EEUU), y tras crear sus famosos tequilas fundó el banco
Italbank en Puerto Rico y se asoció con un amigo mexicano para comprar una
distribuidora de medicamentos.
Dólar tomorrow
En
2015 el empresario venezolano de raíces gallegas entró de nuevo en el radar del
Gobierno. Había retomado su columna en El Universal dos años antes, ya no sobre
economía y finanzas sino sobre principios y valores, como relatos epistolares de
su vida. Nada polémico.
“Creo
que fue una decisión acertada. Yo creo que un empresario nunca debe meterse en
política porque hay una línea muy sutil entre la política y el mundo
empresarial”, comenta sobre aquellos años. Pero un par de artículos lo acercaron
a las brasas.
“Dólar
today” fue el título de la nota que escribió en marzo de 2015 y “Dólar Tomorrow”
en julio. En ambos pedía tumbar la página por el daño que le estaban haciendo al
país, al ser el principal marcador de la tasa de cambio paralela. “Me acusaron
de que me vendí al Gobierno”, comentaba en el texto de julio, pues su posición
coincidía con la fijada por el equipo de Nicolás Maduro, esa que proponía
eliminar la web para acabar con el dólar paralelo.
“Pasé
de ser el hombre de la oposición a ser el hombre del gobierno”, reconoce Dorado,
quien sostiene que en ambos artículos escribió lo que sentía, nada más. “Creo
que el mercado cambiario yo lo debo conocer, a pesar de que soy gallego y no soy
muy inteligente, creo que después de tantos años algo debo saber. Además, yo he
sido un gran crítico de Dolar Today y he dicho que si Dolar Today no se para, va
a terminar llevando a todos los venezolanos a la miseria, a la
pobreza”.
Con
ambos textos el Gobierno había encontrado a un economista y empresario de
trayectoria, exitoso, con una opinión afín. Después del primer artículo, Dorado
recibió una llamada del presidente del Banco Central de Venezuela, Nelson
Merentes. “Lo felicito por el artículo porque también nosotros pensamos que hay
una manipulación de la tasa cambiaria”, le dijo. Era la primera vez que hablaba
con Merentes, la siguiente sería en una reunión que acordaron tras esa llamada,
y luego “no pasó de ahí”.
En
octubre de 2015 sonó de nuevo el teléfono, ahora desde la Vicepresidencia.
Aristóbulo Istúriz quería hablar con él, le dice su secretaria. “En qué peo me
metí ahora”, pensó Dorado tras el aviso. Se trataba de una idea que venía
trabajando el gobierno de Nicolás Maduro de realizar un consejo económico con
representantes de varios sectores de la sociedad, y donde consideraban que
Dorado tenía mucho que aportar a nivel de experiencia y conocimiento, según le
expresó Istúriz.
“Yo soy un fiel creyente
del dialogo y soy muy conciliador, soy enemigo de la guerra, soy enemigo de la
violencia, la gente se entiende hablando y los grandes conflictos se resuelven
hablando. Y además mi gran deuda es con Venezuela”, dice a modo de explicación.
De
esos encuentros previos se pasó formalmente en enero a la conformación del
Consejo Nacional de Economía Productiva, con la convocatoria hecha por
Presidente y la juramentación de los integrantes en el teatro Teresa Carreño.
La
foto de Dorado dándole la mano a Maduro fue una de las capturas de pantalla que
más circuló, aunque de allí en adelante cada vez que Istúriz sondeaba la opinión de Dorado, las
cámaras de televisión lo enfocaban y los clics de las cámaras de fotografía se
activaban. Él, según asistentes al consejo, siempre mantuvo un trato cordial y
educado, sin abrazos a ministros o a funcionarios del Gobierno ni sobremesas
para estrechar lazos al terminar cada encuentro. O al menos no lo hacía ante
todos.
El retorno de Italcambio
Hay
quienes lo identifican como el ideólogo de algunas medidas sobre el régimen
cambiario, como la referida a la reactivación de las casas de cambio en las
poblaciones de frontera. Otros asistentes al consejo recuerdan al gobernador de
Táchira, José Gregorio Vielma Mora como el impulsor.
Lo
cierto es que Italcambio fue la red escogida y en enero de 2017 iniciaron las
operaciones de remesas, un mes después de que Dorado publicara otro artículo de
opinión sobre el portal, titulado “Dólar Today, Dólar de la Frontera”, y de
recibir un nuevo reconocimiento por el vicepresidente venezolano por sus
opiniones. En este texto el empresario recordaba fragmentos de sus artículos de
2015 referidos al este marcador de la tasa paralela, reiteraba que el dólar no
valía lo que ellos indicaban e invitaba a los responsables del portal a debatir
juntos sobre el tema en un medio de comunicación.
Ahora,
un año después de ese decreto gubernamental que autorizaba la asignación de 300
dólares en su equivalente en pesos, Dorado alcanza a decir que esas
transacciones han disminuido. “Si me preguntas sobre esa medida, como economista
digo que no la veo bien. Pero desde el punto de vista social sí era una ayuda
para la gente de la frontera. Dicen que Italcambio fue el gran beneficiario, y
es lógico. Cuando el Gobierno hace el anuncio yo ya tenía las agencias desde
hace 20 años en Táchira y Zulia. Yo tengo el 85% del mercado, pero no de ahora,
son 60 años los que tiene Italcambio”.
Durante
2014 y 2015 las casas de cambio de todo el país perdieron dinero por la
paralización de las remesas. Fueron dos años sin ingresos, dice Dorado, donde él
y su esposa debieron tomar la decisión de reducir Italcambio a su mínima
expresión o aguantar. Optaron por la segunda, apelando a “la política de la
hormiguita: si te ganas diez, guardas cuatro, porque después de la época de las
vacas gordas viene la época de las vacas flacas”. Por ello su emporio familiar
se ha podido dar “tres lujos”: superar la pérdida de $ 2,5 millones en 2004, la
de $ 7,5 millones en 2010 y los dos años de paralización de operaciones
cambiarias, dice el empresario haciendo una acotación adicional: mientras en
2014 existían más de 30 casas de cambio en el país, ahora quedan cinco o seis,
incluyéndolos.
“Soy
economista, pero antes soy empresario y como empresario soy muy pragmático.
Tengo una visión de la economía muy pragmática, mido todo por resultados, y tengo mucha dosis de pragmatismo porque
me ha tocado vivirlo”, dice.
Su
manera de manejar los negocios deja ver una diferencia abismal con la política
económica del gobierno, pero eso no quedaba claro durante sus intervenciones
públicas en el consejo. Puertas adentro, Dorado hizo cuatro o cinco
recomendaciones económicas y cambiarias que creía convenientes. En su
intervención del 16 de diciembre de 2016 lo expresó ante las cámaras mas no las
detalló. No llegó a decirlas públicamente “porque nos pedían confidencialidad”,
pero sí las asomó veladamente en seis artículos de opinión publicados durante el
primer trimestre de 2016. Aún respeta esa petición y ve como un sinsentido
hablar ahora de ello.

Intervención de Carlos Dorado en una de las reuniones del Consejo Nacional de Economía Productiva
“Yo
fui invitado, di mi opinión y llegaba hasta ahí. Yo no mando. Nunca he tenido un
cargo ni mucho menos”. Las decisiones finales se tomaban en el Ejecutivo.
Liberar el control de cambios y el control de precios fueron algunas de sus
propuestas.
Para
2017 el panorama cambió. No hubo regularidad en las reuniones del Consejo
Nacional de Economía Productiva tras la designación de Tareck El Aissami como
vicepresidente de Venezuela en enero de ese año, lo que implicaba su ingreso al
consejo en sustitución de Istúriz. El talante radical del nuevo “vice” diluyó la
comunicación que existió durante el primer año, aseguran varios representantes
empresariales.
Ese
año Dorado solo asistió a la primera reunión, realizada en el palacio
presidencial de Miraflores, donde Nicolás Maduro anunció la activación de las
casas de cambio en la frontera. Luego, llegaron a realizarse muy pocas, seis o
siete, en contraste con las 46 sesiones de 2016. Haberse convertido en un aliado
no fue suficiente. Había nuevos actores en el consejo.
Más allá del riesgo
Como
el equilibrista que va aumentando el riesgo en su actuación, Dorado no solo se
acercó a las brasas con sus artículos y decidió caminar sobre ellas durante el
consejo, sino que dio un paso más allá.
En
uno de los encuentros en el Palacio Blanco, a finales de julio de 2016,
Aristóbulo Istúriz y Carlos Faría, vicepresidente del área económica, se
acercaron a Dorado para hacerle un planteamiento. “Carlos, tenemos un problema”,
recuerda como inicio de la conversación.
Citibank había anunciado en un comunicado su retiro como banco
corresponsal y el cierre de ciertas cuentas tras una evaluación de riesgo, cortando
con una relación casi centenaria. “Sabemos que tú tienes un banco, quisiéramos
que nos apoyaras en eso”. Dorado les preguntó para qué usaban esa cuenta del
Banco de Venezuela que se había quedado sin la corresponsalía y estos le
indicaron que la mayoría de las transacciones eran para importación de
alimentos.
“Yo
creo que eso es prioridad nacional, con mucho gusto. Hágame la solicitud formal,
yo se la presento a mi regulador y si o hay ningún problema cuenten con todo mi
apoyo”, relata el empresario, y así fue. Con la carta de solicitud de
corresponsalía y una presentación formal, Dorado presentó la propuesta al
regulador de Italbank International, un pequeño banco registrado en Puerto Rico
en 2008, que Dorado preside desde entonces. Una empresa más del grupo
Italcambio.
La
cuenta debía cumplir con la normativa vigente sobre legitimación de capitales y
ser auditada y supervisada como cualquier otra, fueron las observaciones que
hizo el gerente regulador del banco. Como no había inconvenientes se abrió la
cuenta, “a pesar de que sabía que estaba corriendo un riesgo reputacional”,
confiesa.
“Si en algún momento pude aportar algo al país fue en ese momento, creo que había una necesidad muy fuerte de que se continuase con las importaciones de alimentos. Lógicamente me crucificaron, me crucificaron cuando formé parte del consejo y me crucificaron cuando decidí abrirle la cuenta corresponsal al Banco de Venezuela”.
Para el empresario, haber sido adoptado por Venezuela desde los 9 años de edad, tiene más valor que su fortuna. “Yo tengo una súper deuda con este país: toda la educación que tengo, todos los cuatro reales que tengo y todas las empresas que tengo me las dio Venezuela. Créeme que si a mí me llama cualquier chavista, madurista, opositor, adeco, copeyano y de alguna forma yo puedo contribuir a mejorar el país, créeme que lo hago. Para mi Venezuela tiene que estar por encima de cualquier cosa”. Sobre esta prioridad justifica sus decisiones, aunque sin duda en el caso de la corresponsalía se trataba de una relación bancaria que le beneficiaría con las respectivas comisiones.
Italbank
funciona como una entidad para pequeños ahorristas, dirigida a clientes
latinoamericanos y con servicios de banco corresponsal para otros países de la
región. Tienen una cartera de aproximadamente ocho mil clientes, 28% son
venezolanos y de ellos 90% son personas naturales.
Sin
embargo, las sanciones financieras impuestas por Estados Unidos a Venezuela, en
agosto de 2017, terminaron por revertir ese apoyo que Italbank le prestaba al
gobierno de Nicolás Maduro.

Banco puertoriqueño Italbank
Dorado
confirma que en noviembre se tomó la decisión de dejar de prestar el servicio de
corresponsalía. Gestionar la cuenta se tornó difícil por los niveles de
exigencia que debían tenerse, pues las transferencias debían analizarse una por
una, ya no pasaban por los canales normales sino que requerían tener un código
especial y documentar cada transacción. El trabajo administrativo se volvió
pesado y las exigencias de personal se incrementaron.
“El
oficial de cumplimiento recomendó cerrar la cuenta de todos los bancos en
Venezuela y yo seguí la recomendación como presidente del banco. Se notificó, se
explicó, se envió una carta y lo entendieron. Aunque nunca es bello cuando te
cierran la cuenta del banco”, expresa el empresario.
Esta
vez no hubo reproches públicos del Gobierno como sí lo hizo con Citibank.
Además, aún hay varios entes del Estado que mantienen su cuenta abierta en el
banco puertorriqueño. Uno de ellos es el Servicio Autónomo de Propiedad
Intelectual (SAPI), cliente del banco. Una figura distinta a la
corresponsalía.
El
detalle está en que las sanciones financieras del gobierno de Trump le impiden
al SAPI movilizar los dólares que tiene en esa cuenta hacia cualquier otra que
pertenezca a algún ente del Estado venezolano. Hasta ahora sigue recibiendo las
transferencias correspondientes al pago de trámites de registro y renovación de
marcas y patentes de empresas extranjeras, una gestión que a partir de mayo de
2015 se dolarizó, tanto que Venezuela pasó a ser el segundo país del mundo con
las tasas más costosas para marcas y patentes extranjeras.
El
cambio se introdujo tras la modificación de la Ley de Timbres Fiscales en
diciembre de 2014, efectuada por Nicolás Maduro con los poderes que tenía por
Ley Habilitante, transformando al SAPI en un ente clave en la recaudación de
dólares. En ese momento dependía del Ministerio de Industria y Comercio, ahora a
Finanzas. No muchos se dan el lujo de recibir ingresos en dólares y este pequeño
ente, ubicado en unas precarias oficinas en las torres del Centro Simón Bolívar,
puede presumir de ello. Primero tenían una cuenta en Citibank, ahora en el banco
que preside Dorado.
Al
menos 6 millones de dólares pudieron haber ingresado al SAPI durante 2017 si se
mantuviera el promedio de registros de marcas y pago de renovaciones de los
últimos dos años, informó una fuente del servicio. La tasa por presentación y
registro de una marca se ubica en 1.950 dólares y la de renovación en 3.000
dólares.
Pero
Dorado prefiere definirse por su faceta empresarial más que por sus negocios con
la “revolución bolivariana”. “La gente podrá decir lo que quiera pero mis
negocios en Venezuela siguen siendo los mismos desde hace 20 o 30 años. No he
dado ningún salto mortal”, expresa. Lo que sí ha hecho es
invertir.

Carlos Dorado. Fuente: El Universal.
Su
nombre aparece en la filtración periodística conocida como Panama Papers, por los servicios que le prestara
Mossack Fonseca a Dorado y a su socio mexicano Luis Doporto, en una compleja
estructura de negocios que derivó en la compra de una de las distribuidoras de
medicinas más
grandes de México.
Dorado
lo cuenta con orgullo y confirma ser socio de Doporto. “Tengo una de las
distribuidoras de medicamentos más grandes de México, creo que la segunda. Entre
los dos tenemos el 51% y el otro 49% es de Genoma, uno de los grupos
farmacéuticos”. Doporto, conocedor de la industria mexicana, le hizo la
propuesta y le pareció “fantástico”.
“Nunca
le vendí ni una medicina al gobierno venezolano y eso que me resultaría fácil
venderle siendo miembro del consejo; nunca le hemos vendido ni una pastilla para
el dolor de cabeza, ni lo quiero hacer”, dice sonriendo con el sarcasmo de quien
se anticipa a los comentarios que vendrán.
“Yo
creo que al lado de estos bolichicos yo soy un muerto de hambre. La verdad es
que no he sacado ningún beneficio de esto, Italcambio tiene 70 años, Metalor
tiene 45 años, Casablanca 31 años, el banco lleva 10 años, Frida Kahlo 13 años.
A mí me gusta invertir, y lo que hay detrás de todo esto es mucha constancia y
perseverancia, y un nombre que me respalda”.
Después
del decomiso de los 2,5 millones de dólares a Italcambio, en 2004, el empresario
vivió poco tiempo fuera del país. Aunque viaja con frecuencia para atender los
negocios que tiene regados entre Latinoamérica, España y el Caribe, no abandona
su casa en Caracas. “Yo vine para morirme aquí, y para que mis hijos continuasen
con esto”, dice anclado en la insistente idea de que su deuda con Venezuela vale
más que cualquier otra cosa, y a pesar de que la situación actual le genere
tristeza. “Esto terminará llevando a todos los venezolanos a la pobreza
absoluta”.