Cualquier Jhon Quiroz es bueno para cerrar el caso del Concesionario La Venezolana

A Jhon Quiroz se le ha visto de copas por Colombia. Mientras, la justicia bolivariana mandó a pedir a un homónimo en Panamá, a quien primero encerró en la cárcel y luego apenas le dijo perdón antes de soltarlo. La Fiscalía venezolana todavía no reconoce en público que perjudicó a un ciudadano equivocado. ¿Error o práctica común? Mientras el caso se dilataba, los magistrados colombianos aprobaron la extradición del verdadero implicado en el fraude que afectó a 7.000 personas, quienes pagaron importantes cifras para comprar automóviles de marca china, pero que nunca recibieron.
Metieron
preso al que no era. La justicia venezolana extraditó, imputó y encarceló a un
hombre que estafó a las casi 7.000 personas que confiaron en el Concesionario La
Venezolana para comprar un carro que nunca obtuvieron. Pero resulta que no era
él sino un tocayo. Esta es la historia de Jhon Quiroz, el
escapista.
Lo
mandaron al Internado Judicial El Rodeo II, según una nota
de prensa que
la Fiscalía General de la República envió a todos los medios el 29 de marzo del
año pasado, y allí debería estar si no fuera porque en el penal no hay registro
de él. Ni siquiera para quienes piden verlo en días de visita. Más aún, porque
el auténtico Jhon Quiroz –el estafador– no solo anda por Colombia, sino que
desde allá ha venido haciendo alarde de su libertad en los perfiles de los
números de teléfono desde los que ha dado señales de vida.
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Se
le ha visto de copas brindando con una mujer morena, según algunas gráficas.
Cual galán con guayabera y lentes de sol dorados, apretadito sonriendo junto a
ella frente a la cámara. También ha publicado fotos donde aparece vestido de
estricto blanco para una faena de santería. Por el contrario, del otro no hay
más que la película de su audiencia de presentación en Panamá frente a unos
jueces, que resolvieron extraditarlo a solicitud del Estado
venezolano.
Resignado
y con la barbilla sobre las dos manos esposadas, el Jhon Quiroz que nada tenía
que ver con una de las más grandes estafas de la Venezuela de estos tiempos, se
sometió a un proceso de “extradición simplificada”, que el 24 de marzo del año
pasado lo hizo aterrizar en Venezuela rumbo al banquillo de los
acusados.
“Yo
quiero ir a ver qué es lo que me tienen allá porque yo no sabía nada de eso”,
dijo ante el juez panameño. “Quiero ir porque yo soy inocente”. De eso quedó
constancia en un video inédito que se obtuvo en exclusiva para esta
investigación y que comprueba que las autoridades venezolanas metieron preso a
otro Jhon Quiroz muy diferente al moreno y calvo, que el 20 de mayo de 2014 se
presentó en rueda de prensa para negar las acusaciones en su contra. “Yo
quisiera saber, que me indiquen, dónde está la estafa”, preguntó antes de
abandonar intempestivamente la sala. Esa fue la última vez que se le vio en
Caracas.
¿Cayeron por inocentes?
Algo
ya sonaba mal cuando un par de periódicos publicaron la noticia de la
extradición con la foto de un Jhon Quiroz con menos kilos. Tenía tapados los
ojos y parte del rostro, pero no faltaron comentarios en Twitter y redes
sociales poniendo en duda la identidad del presidente del concesionario que
durante meses tapizó periódicos con ofertas de vehículos de marcas chinas a
precios únicos, justo en el momento en que las automotrices tradicionales
empezaron a naufragar por falta de divisas.
El
video de su audiencia de presentación en Panamá no deja dudas de que las
autoridades venezolanas, cuando menos, cayeron por inocentes: solicitaron a otro
con el mismo nombre, a pesar de que el propio Servicio Administrativo de
Identificación, Migración y Extranjería (Saime) se hizo eco en 2014 de
una investigación
periodística,
que demostraba que Jhon Quiroz tenía dos identidades.
Registrado
con la cédula de identidad 10.185.898, la foto de Jhon Alexander Quiroz Suescún
–el verdadero– coincide en el registro civil con el portador de la cédula
21.320.874 del mismo Jhon Wilmer Quiroz Fonnegro que el Estado venezolano mandó
a buscar en Panamá.
Se
sabe que llegó a Caracas luego de tres meses de detención en Ciudad de Panamá,
pero ninguna autoridad ha reconocido que metieron preso al que no era. “Jhon
Quiroz fue imputado por dichos delitos, usurpación de nacionalidad y uso de
documento falso”, resumió el último informe anual que la fiscal general de la
República, Luisa Ortega Díaz, presentó ante la Asamblea Nacional. Oficialmente
no hay nada más aunque, puertas adentro, en los tribunales se ríen imaginando el
momento en que los fiscales del caso tuvieron que despachar al otro Jhon Quiroz
con un perdón y chao.
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El
desliz quedó asentado en el expediente judicial del caso que lleva el Tribunal
51 de primera instancia en funciones de control del Área Metropolitana. Al Jhon
Quiroz venido de Panamá lo entrevistaron el 27 de mayo en el Ministerio Público
y se terminó comprobando lo que se hacía evidente con la simple apariencia:
ninguna cirugía plástica podía haber surtido un cambio así. “En el transcurso de
la investigación se determinó que la identificación antes señalada es usurpada,
al corresponder a ciudadano colombiano, que resultó presentado ante ese Juzgador
de Control, lográndose verificar que la verdadera identidad de quien intervino
en las empresas, es realmente la del ciudadano Jhon Alexander Quiroz Suescún,
titular de la cédula de identidad V.10.185.898, quien además presenta
antecedentes penales, toda vez que en el año 2010 fue condenado a cumplir la
pena de dos años y ocho meses de prisión”.
Huyó en taxi
No
es la primera vez que Quiroz se pierde del mapa. El 20 de mayo de 2014 abandonó
sorpresivamente el salón principal de The Hotel, en el este de Caracas, tras
leer un comunicado en el que negaba las denuncias en su contra. “Estoy aquí de
la mejor disposición, dispuesto a resolver lo que haya que resolver y asumir la
responsabilidad que ellos consideran debemos asumir”, dijo antes de interrumpir
una rueda de prensa que terminó sin preguntas. Camarógrafos, fotógrafos y
periodistas vieron como subió una de las motos encendidas de los escoltas que lo
esperaban afuera.
Dos
semanas después reapareció en el aeropuerto Josefa Camejo de la ciudad de Punto
Fijo –en el estado de Falcón, noroeste de Venezuela– a punto de embarcar un
avión privado con destino a Panamá. Las autoridades adujeron que los agentes de
la policía científica alcanzaron a capturar al piloto, copiloto y dos de sus
escoltas, pero, curiosamente, no al hombre chiquito y regordete que buscaban por
toda Venezuela.
Huyeron
en taxi, según los testigos. “(…) Siendo verificados en el Sistema Integrado de
Información Policial por parte del comisario Alberto Rodríguez en su condición
de jefe de Interpol Punto Fijo, se pudo constatar que tanto la ciudadana Angelis
Gibelis Quiroz como Jhon Alexander Quiroz contaban con solicitudes de captura de
fecha 22/5/2014 emanadas del Juzgado Quincuagésimo Primero (51) de Primera
Instancia en funciones de control del Circuito Judicial Penal del Área
Metropolitana de Caracas se encontraban en dicho aeropuerto con el firme interés
de continuar evadiéndose de la justicia –lo cual en esa fecha lograron toda vez
que las autoridades policiales una vez que procedieron a buscarlos, ya habían
huido del lugar–”, se lee en el expediente
judicial.
Otra
vez Jhon Quiroz había conseguido salirse con la suya. Logró evadir la justicia
con su hija y también directiva del concesionario La Venezolana, Angelis Quiroz,
quien se presentó de manera voluntaria el 29 de abril de 2015 en la sede del
Helicoide -oeste de Caracas- del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional
(Sebin).
Por
lo pronto, solo ella enfrenta la justicia. El vicepresidente de la empresa, José
Ramón Briceño Hedderich, desapareció desde que comenzó el escándalo y de a
cuenta gotas, el ya famoso Jhon Quiroz –el escapista del Concesionario La
Venezolana– ha venido dando señales en lo que parece una novela por entregas. El
Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas -CICPC, policía
judicial- anunció el 6 de octubre de 2015 que finalmente había dado con él y lo
hizo saber –en la cuenta que Interpol Venezuela tiene en Twitter
(@interpolcicpc)– apuntando su verdadero nombre en mayúsculas junto a una foto
que no dejaba lugar a dudas: “Se capturó a: JHON ALEXANDER QUIROZ SUESCUN, por
el delito de: Estafa y Asociación para delinquir entre otros”. Seis meses
después, cuando parecía que estaba preso, reapareció desde Colombia ofreciendo
acuerdos reparatorios a los estafados y disparando contra la nomenklatura
chavista.
Se capturo a:JHON ALEXANDER QUIROZ SUESCUN, por el Delito de: Estafa y Asociacion para Delinquir entre otros. pic.twitter.com/Y4gzM2LNPJ
— Interpol Venezuela (@interpolcicpc) 6 de octubre de 2015
Da la cara con descaro
“Les
doy gracias desde mi sitio de exilio y de antemano les digo que regreso a
resolver con la ayuda invaluable del Gobierno Nacional; les pido disculpas por
las demoras y por los inconvenientes causados y pienso que ya es momento de
darle pronta solución al problema causado hace ya dos años (…) Mi regreso está
pautado para el mes de Mayo, cualquier información se dará a través del correo
electrónico [email protected]”, tuiteó el 7 de abril de este año desde la
cuenta @jhonquiroz18, cuyos mensajes fueron borrados esta semana luego de que se
le solicitara una entrevista para este trabajo.
Quiroz
ya debía saber en ese momento que sus días estaban contados en Colombia. La Sala
de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia de ese país había autorizado
su extradición el 6 de abril, escasas horas antes de su reaparición en Twitter.
En Venezuela, entretanto, esperan que llegue en cuestión de días. Eso asegura la
Alianza Nacional de Usuarios y Consumidores (Anauco), que desde mayo de este año
asumió la defensa de 1.200 de los 6.906 afectados. “En horas de la mañana de hoy
25 de noviembre, fuentes calificadas en el caso nos han informado que el proceso
de extradición del representante legal del Concesionario La Venezolana, C.A.,
ciudadano Jhon Quiroz, será materializado en los próximos días”, publicaron este
viernes en su sitio web.

Estos son los mensajes borrados de la cuenta de twitter @jhonquiroz18. Captura de pantalla
“¿Cómo
yo puedo ir a defenderme? ¿Bajo qué criterios si en Venezuela no hay seguridad
jurídica?”, preguntó en abril vía telefónica en una entrevista para
el prime time de la emisora WRadio de Colombia. Lejos de una
estafa, Quiroz declaró entonces que el cierre del concesionario fue una maniobra
de competencia desleal que atribuye al número dos del chavismo, el hoy diputado
Diosdado Cabello, a quien señaló de ser el hombre fuerte detrás del monopolio de
los vehículos Chery en suelo venezolano.
Fue,
paradójicamente, el primo de Cabello, el general de Brigada Alexis Rodríguez
Cabello, quien le abrió las puertas de Fuerte Tiuna –la principal instalación
militar del gobierno venezolano– en aquellos días en que se fotografiaba, con
guayabera roja y militares mediante, como un emergente empresario del sector
automotor. "La presente comunicación tiene por objeto que estudie la posibilidad
de apoyarnos con un están (sic) de información y venta de vehículos para el
personal militar y civil", apuntó el general en una carta firmada el 21 de
febrero de 2014.
Algo
debió salir mal en esta historia para que al cabo de tres meses, otro Cabello,
el entonces ministro de Industrias y hermano de Diosdado Cabello, José David
Cabello, pidiera formalmente y por escrito una investigación ante la Fiscalía
General de la República “sobre las notificaciones y denuncias de usuarios de las
redes sociales, donde algunos venezolanos mencionan una posible oferta engañosa
para la adquisición de vehículos importados de diferentes marcas y que al
parecer se vinculan a la empresa Concesionario La Venezolana”.
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¿Dónde está el dinero?
El
destino de Quiroz no es la única pieza suelta en este rompecabezas. En poco más
de un año, Concesionario La Venezolana se expandió sin freno. Quiroz quería
colocar “bajo el régimen de importación de divisas propias” 90.000 carros por un
monto equivalente a 941 millones de dólares, según la solicitud que llegó a
presentar al Ministerio de Comercio, pero que nunca le fue
aprobada.
En
poco tiempo se volvió un gigante. Además de la feria de autos de Fuerte Tiuna,
La Venezolana brilló a finales de 2013 en un autoshow celebrado
en el Centro Comercial Ciudad Tamanaco de Caracas -un tradicional mall del este
de la capital venezolana- y cerró negocios con varias cajas de ahorro de
organismos públicos. También destacó como un gran anunciante y fue uno de los
patrocinadores oficiales de los Juegos Sudamericanos de Playa Vargas 2014,
realizados en mayo de ese año y organizados por la Gobernación de esa entidad y
el Ministerio del Deporte.
Los
activos de la empresa no dejaron de crecer. La Junta Administradora, a cargo de
la Superintendencia Nacional para la Defensa de los Derechos Socioeconómicos
(Sundde), heredó dos locales comerciales en los estados Miranda y Carabobo, al
menos 15 vehículos propiedad de la empresa y sus directivos y otros 98 de las
marcas chinas que quedaron en la aduana de Puerto Cabello, varias cuentas en
bolívares en Venezuela y otra en dólares en un banco de Panamá, así como una
serie de empresas relacionadas como el restaurante El
Padrazo.
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Por
Caracas hay incluso carros sin placas pero rotulados con logos de organismos
públicos como el Seniat, cuyas marcas -Zotye, Brilliance y Kawei, marcas chinas
apenas vistas en el país– corresponden con el lote de los únicos 98 vehículos
que alcanzó a importar el concesionario. No en vano, los afectados han venido
levantando dudas sobre los activos que quedaban. “Aquí hubo unas juntas
administradoras designadas por el Gobierno”, cuestiona Roberto León Parilli,
presidente de Anauco, una organización de defensa de los consumidores. “¿Cómo se
manejaron esos activos? ¿Qué diligencias se hicieron?”.
El
propio Jhon Quiroz, el hombre que dio pie a este fraude, ha prendido las alarmas
de lo que queda de la torta. “En ese momento había más de 900 millardos de
bolívares que eran 12 millones de dólares”, dijo en la única entrevista que ha
dado en lo que describió como un “exilio”. “El dinero se quedó en las cuentas de
la empresa, se desapareció”.