En Mérida se apresó a un caballero alemán con prontuario propio

Tenía un nombre típico de colombiano y pasaba en la ciudad andina por un compañero revolucionario, impresor y propietario de una pequeña fábrica de abono orgánico que esperaba financiamiento del Gobierno chavista. Pero resultó ser Bernhard Heidbreder, un sujeto al que la justicia alemana solicita como autor de atentados explosivos en los años 90. Ahora espera en Caracas su posible extradición.
Se
pronuncia Jáit-breder y se llama John Jairo Londoño Smith. O, al
menos, era el nombre que aparecía en la identificación falsa que utilizó
Bernhard Heidbreder desde que llegó a Venezuela en 2002. Tiene 54 años y hoy
está detenido en la sede de la Brigada de Acciones Especiales del Cuerpo de
Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC). Desde 2003 está
en la lista de los más buscados de la Policía Criminal Federal (BKA, por sus
siglas en alemán) por haber provocado un incendio en un establecimiento del
Ejército de su país y por haber planificado la voladura de una cárcel para
inmigrantes. Lo vincularon con un grupo llamado K.O.M.I.T.E.E. que,
presuntamente, apoyaba a una red kurda que generaba violencia en Turquía y,
además, tenía vínculos con un partido político de izquierda radicado en Berlín.
Pero en Venezuela era un pacífico inmigrante colombiano con raíces europeas que
abrazó los ideales del presidente Hugo Chávez y que fundó una pequeña fábrica de
abono orgánico en Mérida (capital del estado del mismo nombre, suroccidente de
Venezuela, en Los Andes) con la ayuda del programa de Empresas de Producción
Social que, para colmo, nunca se activó porque el Gobierno no envió los
recursos. En Los Andes criollos, el alemán acusado de terrorismo tenía una
cédula regular venezolana.
Su
situación genera hoy una diatriba ideológica entre los izquierdistas,
anarquistas y funcionarios del Gobierno chavista que se debaten entre hacer
honor a sus principios políticos o responder ante la solicitud de la potencia
europea y entregar a Heidbreder al que, sorpresivamente, sus conocidos lo
consideran un pacifista y defensor de los derechos humanos. Lo que es
absolutamente certificable es que el alemán no tiene ningún otro delito conocido
en el país más que utilizar la documentación falsa que obtuvo en Colombia. Su
cédula venezolana quedaría descartada debido a la falsedad de su
origen.

La Coordinadora Simón Bolívar y otros grupos de izquierda se oponen a la extradición, pero el gobierno venezolano deshoja la margarita. Foto: Coordinadora Simón Bolívar.
Su esposa,
Gloria Serna, su abogado, Gennys Pérez, y algunos grupos anarquistas piden que
no lo extraditen a Alemania. Además de las ironías que rodean el caso, hay un
punto que, al parecer, los allegados a Heidbreder tratan de ocultar pero que los
medios alemanes se encargaron de afirmar: fueron los agentes de ese país quienes
dieron con el paradero del solicitado en la ciudad de
Mérida.
De Alemania…
A
principios de los años 90 grupos de izquierda defendían en todo el mundo la
causa de los kurdos, un pueblo del Cáucaso en busca de una patria imaginada,
Kurdistán, pero que ahora, y desde hace décadas, se esparce entre las montañas
de lo que hoy son territorios de Irak, Irán, Siria y, sobre todo, Turquía, su
enemigo mortal. Hoy los
peshmergas o guerreros
kurdos son quienes enfrentan al temible EIIL (Estado Islámico de Irak y el
Levante, o ISIS por sus siglas en inglés) en la línea de frente en Irak. Pero
por más méritos que hagan tal vez no alcancen su ansiada patria: ya les ha
ocurrido antes, tras otras guerras y de haber servido con lealtad a sus
aliados.
Uno de
esos grupos era K.O.M.I.T.E.E. Desde Alemania –refugio de millones de turcos y
cientos de miles de kurdos– la organización facilitaba el ingreso de los kurdos
a países europeos. Mientras tanto, el gobierno alemán de entonces recibía
acusaciones por parte de ese grupo de apoyar, militar, económica y moralmente,
al régimen de Turquía, que reprimía a sangre y fuego a los movimientos de
liberación nacional kurdos. A manera de protesta, el grupo accionó una carga
explosiva combinada en una dependencia del Servicio Local de Reclutamiento
Militar (en alemán, Kreiswehrersatzamt) ubicado en Bad Freienwalde, a las
afueras de Berlín. Eso ocurrió el 27 de octubre de 1994. Los miembros del grupo
entraron al edificio, abrieron un hueco en una ventana de madera y metieron el
detonador en el área de entrenamiento y el comedor. Utilizaron unos
despertadores, gasolina y algunos cables para, luego de la explosión, provocar
el incendio. Sin embargo, esto no ocurrió y los atacantes provocaron el incendio
a manos. Para entonces las autoridades calcularon los daños en 214 mil marcos y
hallaron unos panfletos con estas palabras:

Los medios alemanes han llegado a incluir a Heidbreder entre los “terroristas” más buscados por ese país. Foto: www.spiegel.de
En ese
ataque no hubo víctimas. Unos meses después, el grupo planeó la voladura de una
cárcel para inmigrantes en Berlín que estaba desocupada y en proceso de
remodelación. Se hicieron de una gran cantidad de clorato de sodio y sacarosa y
fabricaron un poco más de 120 kilos de explosivos. Metieron la sustancia en
envases de gas propano y los conectaron con detonadores y temporizadores de
fabricación casera (pilas de 9 voltios, despertadores, bombillos de flash). Eso
era suficiente para hacer volar todo el centro penitenciario. Los tres
involucrados, más tarde, el 10 de abril de 1995, robaron un vehículo marca Ford
Transit rojo (placa B-DT 2851) y al día siguiente robaron otras matrículas para
intercambiarlas y confundir a las autoridades. Montaron las bombonas con los
explosivos en uno de los vehículos y, además, escribieron en nueve
hojas:
Ya listos
para cometer el atentado, se fueron a un estacionamiento cercano a un bosque en
Berlín. Ya cerca de las 3.00 de la mañana del 11 de abril y con dos vehículos a
su disposición, los tres involucrados cargaron en uno de ellos todas las
matrículas, algunos bidones con gasolina y otros varios artificios que habían
utilizado durante la fabricación de las bombas caseras. Ya poco antes de salir
del estacionamiento, se acercó una patrulla. Incluso antes de que los oficiales
dieran la voz de alto, los tres involucrados corrieron y abandonaron el vehículo
que, también, harían estallar en la penitenciaría. Las autoridades hallaron,
según el abogado Gennys Pérez, que hoy asiste a Bernhard, la identificación de
Pedro Krauth y de Thomas Walter dentro del vehículo, pero no la de Heidbreder.
Días después el grupo K.O.M.I.T.E.E. se responsabilizó por los hechos a través
de algunos periódicos que, más tarde, fueron allanados por las autoridades según
un recuento en el portal alemán www.spiegel.de y vincularon al grupo con la
organización terrorista kurda Partiya Karkerén Kurdistan y sus actividades
violentas en Turquía. John Londoño, que para entonces seguía llamándose Bernhard
Heidbreder, ya era un prófugo de la justicia.

De tercero en la foto, Heidbreder forma parte de un trío que en Berlín quedó fichado por delitos de terrorismo. Foto: Policía Criminal Federal de Alemania.
…a Colombia
Gloria
Serna parece muy discreta, o su reserva es la de alguien que tiene algo que
ocultar. La esposa del ciudadano alemán en espera de extradición se negó
rotundamente a dar detalles de la llegada de Heidbreder a Colombia y, más aún, a
explicar cómo se conocieron. Según las propias palabras del solicitado
–publicadas por una carta en la web–, en Colombia consiguió una documentación
falsa a cambio de dinero y escogió uno de los nombres y apellidos más populares
de ese país. Decidió, sin embargo, mantener Smith como segundo apellido para
tener alguna explicación de su escaso dominio del español. Es nula su historia
colombiana y su defensa solo sabe, o dice saber, que llegó en 2002 a la ciudad
de Mérida atraído por la deriva antimperialista del entonces presidente Hugo
Chávez. Hombre de la revolución desde casi siempre, Heidbreder llegó a creer con
fe absoluta en la utopía bolivariana. En Alemania fue miembro del Partido de los
Trabajadores y por eso, según la presunción de su defensa venezolana, lo
vincularon con ambos atentados.
Las
autoridades alemanas, mientras tanto, lo identifican como el tercer implicado en
los bombazos y hasta lo responsabilizan de haber fabricado los artefactos
explosivos. Las investigaciones determinaron que tanto los explosivos que
efectivamente estallaron en el comando militar, como los que debían estallar en
la penitenciaría para inmigrantes, fueron fabricados por la misma
persona.
Reconversión andina
Hay un
punto que la defensa de Heidbreder no confirma, pero que sí dejaron claros
algunos medios alemanes: para el 16 de abril de 2014 ya los servicios policiales
alemanes estaban seguros de que Bernhard Heidbreder vivía en Mérida. Ellos
emitieron la alerta para que Interpol y sus funcionarios en Caracas, en realidad
miembros de la policía científica venezolana, lo detuvieran, en definitiva, en
el hotel Venetur de Mérida. La sospecha es que agentes alemanes hicieron un
trabajo previo de inteligencia sin notificar al Gobierno de Venezuela. Esto, por
ahora, no se ha confirmado.
John
Londoño y Gloria Serna vivían en el casco central de Mérida y tenían una vida
tan normal como el resto de los habitantes de la Ciudad de los Caballeros. Cuando
llegaron en 2002, con documentos de identidad colombianos, no les fue difícil
pedir una cédula venezolana. Por ese entonces el chavismo hacía esfuerzos por
cedular a los inmigrantes indocumentados de Colombia, a cambio de su voto y
lealtad política.

El periplo del alemán había terminado en Mérida, conocida en Venezuela como la Ciudad de los caballeros. Foto: Creative Commons/Wikipedia.
A
Heidbreder le correspondió la cédula de extranjero número 84.325.215 y ocho años
más tarde, según la Gaceta Oficial número 6.063 del 10 de abril de 2010, quedó
nacionalizado bajo la cédula de número 29.705.791. Este último número es el que
aparece registrado en el Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (IVSS), en
el que está inscrito por sus servicios prestados para la empresa Impresos Las
Cumbres, una industria gráfica merideña.
Dos días
después de su detención, a Heidbreder lo presentaron ante el Tribunal Sexto de
Control de Mérida y lo imputaron por el delito de documentación falsa. Además,
le comunicaron que estaba solicitado por el gobierno alemán. El tribunal declinó
la competencia y remitió el caso a la Sala de Casación Penal del Tribunal
Supremo de Justicia (TSJ), en Caracas. Heidbreder fue trasladado a la capital
venezolana el 17 de julio.
Ese día lo
llevaron a la sede de la Interpol, en Parque Carabobo, y allí permaneció durante
un mes en un espacio de tres metros cuadrados, con las manos esposadas,
utilizando el baño de los funcionarios y durmiendo en un colchón prestado.
Luego, gracias a las peticiones de su defensa, lo trasladaron a la sede de la
Brigada de Acciones Especiales de la policía científica y desde entonces espera
por su proceso legal. Una fundación de ayuda a alemanes en el extranjero está pendiente de sus necesidades y su
esposa le paga a una señora que se encarga de hacerles el almuerzo a todos los
presos de ese centro. Según refieren sus allegados, ha cambiado el ánimo y su
salud se mantiene estable. Tiene 54 años, aunque sus documentos digan que este
año cumplió los 46.
Extradición
El proceso
es así: el TSJ debe tener todas las evidencias necesarias para asegurarse de que
sí hay motivos en Alemania para enjuiciarlo. Eso se debate a través de un
proceso legal. El primer paso ya se hizo, que es el de solicitar al país
interesado todas las evidencias contra Heidbreder. Debe emitir toda la
documentación y exponer los motivos y la ley venezolana prevé un plazo de 60
días para ese papeleo. Alemania respondió, con todos los documentos traducidos y
apostillados, en 15 días.
El caso lo
investiga la Fiscalía Tercera Nacional con competencia en la Sala
Constitucional. La corte debe certificar que se trata de un terrorista y, hasta
ahora, eso no ha ocurrido. Gennys Pérez, su abogado, se muestra optimista.
Explica que hay elementos a su favor: primero, que en Alemania el delito de
terrorismo tiene una vigencia de 20 años, plazo que se vence el año que viene.
Si no se extradita antes, Venezuela no debería enviarlo a Alemania. Lo otro a
considerar es el principio de doble tipicidad; esto es, básicamente, que ambos
países tengan en sus leyes el delito de terrorismo para el momento del hecho
consumado. En el caso venezolano, esa palabra existe en la Ley Orgánica Contra
la Delincuencia Organizada desde 2002 y en 1995 solo refería a otros delitos
relacionados. De todas formas, en caso de tomar el delito de terrorismo a
consideración legal, contempla en Venezuela una vigencia de siete
años.
Ahora los
grupos de apoyo a Heidbreder se concentran en su labor anarquista y
revolucionaria, mientras recriminan al Gobierno el hecho de no apoyarlo pese al
discurso antiimperialista que profesan todos los funcionarios desde 1999. Hoy el
alemán y sus amigos venezolanos esperan por la fecha para el inicio de la
audiencia en la que se determinará si se va o si se queda. En la Sala de
Casación Penal pueden, también, decidir que se quede en el país a pagar su
sanción por el delito de porte de documentación falsa. O, incluso, expulsarlo
del país y enviarlo al más cercano, que es Colombia y donde, probablemente,
también lo estén esperando con un proceso en puertas por falsificar los
documentos de ese país. Como con frecuencia ocurre con los alemanes, Heidbreder
tiene enemigos en varios frentes.